No dejes que la lluvia te quite el ánimo. Puede que este sea un junio más húmedo de lo que esperabas, pero el agua de lluvia puede ser una buena noticia para tus plantas.
Es cierto que nos empeñamos en hablar del exceso de riego, pero a muchas plantas les gusta un buen remojón una vez que se han secado, piensa en una tormenta tropical repentina. El agua de lluvia tiene un grado de oxígeno mucho mayor que el agua del grifo, lo que da un poco más de margen a la hora de regar en exceso. Todas las plantas de interior tienen necesidades diferentes, así que consulta nuestro centro de cuidado de plantas antes de actuar, y deja que el tacto del suelo sea tu principal guía.
La lluvia también eliminará el polvo y los restos que se hayan acumulado en el follaje de tu planta. Las hojas de tu planta tienen poros diminutos que les permiten absorber y expulsar gases; una parte importante de la fotosíntesis. Cualquier cosa que obstruya estos poros impedirá el crecimiento adecuado y la salud general de tu planta.
El agua del grifo contiene toda una serie de sales y minerales, muchos de los cuales no son buenos. Si se acumula demasiado sodio y carbonato cálcico en la tierra, verás cómo se forman pequeños cristales de sal en la base de tu maceta. Si estos elementos afectan a las raíces, pueden impedir que tu planta absorba el agua. El agua de lluvia disuelve eficazmente estas sales y minerales no deseados, mejorando la calidad de la tierra.
Por último, y de forma significativa, el equilibrio del pH del agua de lluvia en comparación con el agua del grifo - en particular el agua del grifo DURA - es mucho más adecuado para las plantas de interior. El nivel de pH del agua de lluvia suele estar entre 5 y 6, es decir, en el lado ácido de un 7 equilibrado. El agua del grifo en España está mucho más cerca del 8. Además, el agua de lluvia contiene una forma diluida de ácido nítrico, que se utiliza para fertilizar las plantas comerciales.
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Antes de poner toda tu colección de plantas en el exterior, hazte las siguientes preguntas:
- ¿Ti planta necesita realmente un riego?
- ¿Es lo suficientemente fuerte como para soportar la presión del viento y la lluvia?
- ¿Puede mi planta tolerar el descenso temporal de la temperatura?
Si la respuesta a cualquiera de estas preguntas es negativa, entonces sería mejor recolectar el agua de lluvia y esperar a que alcance la temperatura ambiente, para dársela a tu amiga verde cuando la necesite.